Después de dos semanas, ya estoy algo adaptado a esta enorme cuidad. Todavia me pregunto como he tenido tanta suerte, ya que desde el primer día encontré piso donde vivir y un trabajo que, por lo menos estos primeros meses, me ayudara a solventar esta situación.
El alojamiento donde vivo esta en lavapiés, donde he conocido a algunas personas de mi país, algo que me ha ayudado a adaptarme. El dueño del piso no tuvo problemas en alquilarmelo, pues ya tenia uno alquilado a otro extranjero, y además, no parecia un mal hombre. Sin embargo su mujer no me dio buena espina, porque continuamente le decía en voz baja que yo no tenia pinta de ser un ladrón como todos los de aquel barrio.
Quizás fuese una de esas personas que no puede ver a ningún extranjero de piel oscura o negra, aunque no entiendo porque difiere tanto su opinión a la de su marido, que enseguida me dio su número del móvil, e incluso me dijo un lugar donde comer en buenas condiciones y barato.
En cuanto al trabajo, lo encontré en el Mcdonald de Atocha, después de que me rechazaran en otros burguers y pizzerias por ser sudamericano y tener tan solo dieciocho años. No bastó con mi propuesta de que trabajaría algunas horas extras por ganar un sueldo para poder comer. Y es que eso de persuadir no se me da nada bien, aunque verdaderamente solo contase cual era mi cruda realidad.
Esta cruda realidad que por lo menos es mejor que la de millones de personas de mi país, pues tengo la oportunidad de luchar por un futuro espléndido, apasionante.
Y es que muchas personas, como la mujer del dueño, no entienden que la gente de fuera tambien tiene derecho a vivir, a buscar un futuro mejor, que también tenemos sueños y deseos que queremos alcanzar.
Quizás nadie le haya planteado que haría ella en el lugar de una persona como yo...
Seguramente su xenofobia se produzca por inseguridad, desconocimiento o miedo, porque cuando rompes esas barreras aprendes mucho de las personas y no rechazas a nadie por su procedencia. Recuerdo cuando un amigo me contó que conoció a un chico de Japón jugando al futbol, y que aprendió algo de él que le vino muy bien en su vida, a estar más tranquilo... También me contó que cuando cogió confianza con él, era muy simpático y agradable y creia que todos debiamos ser tan afables como aquel Japonés. Y es que todos, incluidos la mujer del dueño, deberiamos dar una mínima confianza a personas que no conocemos, porque podemos empaparnos de muchas cosas buenas que jamás conseguiriamos si nos encerrarnos en la idea de que todo extranjero tiene que ser malo porque no lo conozco realmente.
¿Estais de acuerdo conmigo?